Los tiempos pueden variar según tu nivel de estrés, calidad de sueño y constancia, pero muchas personas describen un progreso así:
Día 1: es común sentir el cuerpo más suelto, como si bajara la tensión acumulada en cuello, hombros y mandíbula. También se siente una sensación de “bajar revoluciones”. Por eso, en la noche, muchas personas notan un sueño más profundo y reparador desde las primeras tomas.
Semana 2: aquí suele empezar a ordenarse el descanso: concilias con más facilidad, tienes menos despertares y tu reloj biológico (ritmo sueño–vigilia) se regula mejor. Con un descanso más constante, se siente menos estrés, más estabilidad emocional y una mejor capacidad de manejar el día, lo que se asocia con apoyar una respuesta al estrés más equilibrada y mantener niveles saludables de cortisol.
Mes 1: con el sueño más estable y el estrés más controlado, es frecuente notar menos ansiedad por el dulce y menos “antojos por ansiedad”. Algunas personas también sienten una desinflamación por retención de líquidos, especialmente si el estrés estaba afectando su balance corporal, y pueden incluso verse más tonificadas (por mejor recuperación y menos hinchazón). En este punto suele mejorar la vitalidad, incluyendo líbido/deseo sexual y rendimiento, sobre todo cuando el estrés era el factor que lo estaba apagando.